DOMINGO CARATOZZOLO
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Príapo, la otra cara de la medusa

En la orilla más lejana del Océano, en los confines de la oscuridad eterna, habitaban las Gorgonas. Eran éstas tres hermanas, seres terribles con cabellos y cinturones de serpientes, cuyas miradas convertían en piedra a quien las mirara. Perseo encontró a las Gorgonas dormidas y, con la cara desviada para evitar la terrible visión y quedar petrificado, cortó a una de ellas, Medusa, la cabeza. Para ello contó con la complicidad y ayuda de Atenea, la cual le mostró reflejada en su escudo la cabeza de Medusa mientras guiaba su mano para el golpe.
Perseo convirtió a sus enemigos en piedra valiéndose de la cabeza horripilante de Medusa y luego la regaló a Atenea (la diosa eternamente virgen, la hija virginal de Zeus, el dios del Olimpo) quien la colocó en el centro de su escudo.
La cabeza de Medusa era terror del Hades (mundo de los muertos, mundo inferior, infierno). Para defender Tegea en ausencia de Hércules, éste entregó a la hija del rey la cabeza para que, en caso de que el enemigo se aproximara, la levantara tres veces sobre la muralla, ya que su sólo aspecto les pondría en fuga. Como resultado de la creencia en su poder para paralizar y aterrorizar al enemigo, los griegos esculpieron imágenes de ella en sus formas más terribles en escudos y pectorales. En la muralla sur de la Acrópolis de Atenas había una de gran tamaño.
Según Freud, la cabeza de Medusa simboliza la castración, pues decapitar es castrar, de allí el horror que despierta, tal como el del varón que mira los genitales femeninos rodeados de pelos. La abundante cabellera en forma de serpientes contribuye a mitigar el horror, pues éstas sustituyen al pene, cuya ausencia es su causa. La abundancia de serpientes equivale a una formación reactiva contra la evidencia de la falta de pene.
Leyendo un poco más detenidamente el mito, encontramos datos muy interesantes para analizar: en primer lugar las Gorgonas habitan en los confines de la oscuridad eterna, en el mundo inferior. Esto a mi entender estaría simbolizando lo inconciente; las Gorgonas son tres, lo cual nos habla de la estructura edípica; son seres terribles, horripilantes, lo que nos señala su carácter incestuoso, y Perseo las descubre dormidas, o sea en el soñar.
El deseo incestuoso es castigado con la castración que horroriza a quienes la contemplan y sirve así como ejemplo de castigo para esa clase de crímenes (la ley del talión). Los encargados del castigo (los padres, el super-yó) son Perseo y Atenea. De Atenea dice Freud que es la diosa virgen que luce en sus vestiduras la cabeza de Medusa, hecho que la convierte en mujer inabordable, ya que ostenta los genitales terroríficos de la madre. Freud prosigue su análisis afirmando que en el mito está presente el aspecto horroroso del genital femenino e ignorado el placentero. Continuando mi análisis, está claro que Atenea simboliza a la madre, cuyo contacto incestuoso debe evitarse para evitar la castración.
En la raíz de la leyenda de Medusa se hallaba encerrada la idea según la cual ésta había sido una doncella hermosa cuya frondosa cabellera fué convertida en serpientes por Atenea, como venganza por la profanación de su santuario. Los sinónimos de profanar son: violar, deshonrar, y quiere decir tratar una cosa sagrada sin el debido respeto o aplicarla a usos profanos y también desdorar, prostituir, hacer uso indigno de cosas respetables.
Veamos ahora quien era Perseo. Perseo era hijo de Zeus y Danae, nieto de Acrisio. Un oráculo había predicho que Danae, la hija de Acrisio, daría a luz un hijo que mataría a su abuelo. Esto ya nos pone en la pista de un crimen incestuoso, en el cual el abuelo es un desplazamiento de la figura paterna. Acrisio, ni lerdo ni perezoso, condenó a Perseo y a su madre a ser arrojados al mar encerrados en un cofre de madera. No podemos dejar de pensar, como lo hace Acrisio, que Danae y su hijo Perseo cometerían incesto y le matarían. Pero he aquí que un pescador los recogió en la isla de Serifo y cuidó de ellos. El pescador era hermano de Polidectes, el rey de la isla, quien se enamoró de la bella Danae. Encontrando sus avances entorpecidos por la presencia de Perseo, el rey engañó al joven, ya convertido en un hombre, prometiéndole hacer cualquier cosa por él, aún conseguirle la cabeza de Medusa.
Vemos que la historia se repite: Perseo, que era un obstáculo para las relaciones entre sus padres, ahora interfiere en las relaciones de su madre con Polidectes, por lo cual éste quiere sacarlo del medio.
Animado y ayudado por Hermes y Atenea, realizó la hazaña de decapitar a Medusa. Llegó a Etiopía donde rescató a Andrómeda de un monstruo marino y en premio la recibió por esposa. Volviendo a Serifo vengó a su madre que había tenido que sufrir las impertinencias de Polidectes, convirtiendo al rey y a sus amigos en piedra valiéndose de la cabeza de Medusa.
Con Danae y Andrómeda regresa a su tierra, pero antes, en Tesalia, mata sin querer con un disco a Acrisio, durante los juegos fúnebres en honor del rey de ese país. Perseo reinó en Tirene y levantó las ciudades de Midea y Micenas. Se considera que de su hijo mayor Persé descienden los Persas.
La historia de Perseo nos hace pensar que sus actos incestuosos son proyectados en Medusa y castigados en ésta, quien sirve así de chivo expiatorio. La visión de la cabeza de Medusa provoca tal horror que convierte en piedra a quienes la contemplan. Freud interpreta que petrificarse ante la confirmación de la castración, quedar rígido, significa la erección que reasegura la posesión del pene.
La otra cara de la Medusa la constituye Priapo, Dios de la fecundidad de la tierra y de los rebaños, de los jardines y las vides. Sus estatuas solían colocarse en los jardines sobre un pilar. Estaban generalmente talladas en madera, pintadas de color bermellón, con una hoz, un palo y un pene enorme, representación de la potencia creadora de la naturaleza, representación de la sexualidad, de la vida. Bajo el nombre de Priapeia se conoce una colección de unos ochenta elegantes, aunque indecentes, poemas latinos en distintos metros, dedicados a la exaltación de Priapo. Por su estilo, pueden atribuirse a la época de Augusto. He aquí uno de ellos:

Ecco la formula rituale del Priapo

io ti irroro mío Priapo!
Che il succo fermentato, nato dalla vite,
ti faccia risorgere perennemente, o Priapo!
Non obliare che da te
dipende:
il ciclo delle nascite,
la gioia della vita,
la spinta all arte.
Da te l´energia sale
come la linfa nel prezioso vitigno.
Ecco!...
... bagno la mia bocca e
aspergo te, fallo, esaltante e brioso!

Versi di Ausonio

Conozcamos a sus padres, Dionisios y Afrodita. Dionisios era el dios de fertilidad pletórica, especialmente de los viñedos, y por lo tanto, dios del vino. Su representación tiene el carácter de alegría y de triunfo. Los ritos que tenían como fin expresar el exceso de dolor y de alegría por la muerte y resurrección del dios, eran tales orgías que llegaban al salvajismo. La más antigua representación de Dionisios consiste en imágenes de madera con el falo, símbolo del poder generador.
En Italia el dios indígena Liber, junto con la diosa Libera, correspondían al dios del vino griego. En la Ceres italiana la correspondencia con Dionisios era Baco. Las festividades campesinas se celebraban con desenfrenada alegría durante la vendimia. La fiesta urbana en Roma se denominaba Liberalia.
Existía un culto secreto que de Roma pasó a toda Italia: las Bacchanatta. Las bacanales eran celebradas por hombres y mujeres e iban acompañadas de tales excesos que en el año 186 A.C. fueron reprimidas por un decreto del senado.
Afrodita (en latín Venus) era su madre, la diosa griega del amor. Como diosa del amor pone de relieve su poder e influencia con los dioses y los hombres, a los que sabe enardecer con el encanto de su sonrisa y su voluptuosa coquetería. Eclipsa a todas las diosas en gracia y atractivos; en su cinturón lleva prendidos todos los mágicos encantos que pueden hechizar al hombre más prudente y cautivar a los mismos dioses. En su séquito está Eros (Cupido)
Uniendo las generaciones por los lazos del amor llega a ser la diosa del matrimonio y la vida de familia.
La diosa del amor sufrió un ataque disociativo y quedó dividida en dos: Afrodita, diosa de la prostitución y Afrodita Urania, diosa del amor elevado y puro (especialmente el conyugal) como opuesto al lujurioso desenfreno sexual.
Pero Afrodita hizo carrera como la diosa del simple amor sexual, progresando rápidamente en determinados pueblos que imitaban los servicios religiosos oficiados en Oriente a las diosas del amor. En Corinto, numerosos grupos de muchachas estaban consagradas como esclavas al servicio de los dioses y a la práctica de la prostitución.
Su representación fué variando a través del tiempo, de acuerdo al aspecto que se quisiera encarnar. En las obras antiguas se la mostraba vestida, en las posteriores, desnuda; progresivamente fué acentuando su carácter de diosa del amor sexual. Uno de sus hijos es Eros y la estatua de la diosa más conocida en la actualidad es la Venus de Milo.
Con semejantes padres, Dionisios dios de la fertilidad y Afrodita diosa del amor, ambos dioses inspiradores de la alegría de vivir y del goce del amor, Priapo se convierte en el reverso de la Medusa, del horror de la castración y la muerte. No habita en las oscuridades eternas sino en los jardines donde la vida florece y se reproduce.
Habíamos visto que el terror a la castración que inspiraba la cabeza de Medusa provocaba rigideces defensivas en quienes la miraban. Existe una patología de estas rigideces llamada priapismo, que consiste en una erección que se prolonga involuntariamente y que puede mantenerse mucho tiempo, causando dolor a quien la padece. De esta erección del pene, de la que fuí informado en dos oportunidades, no he tenido ocasión de analizarlas y de por sí parecen infrecuentes.
Pero, aunque cause extrañeza, he podido observar tres casos de priapismo en mujeres. Cuando me refiero a priapismo estoy aludiendo a una erección dolorosa e involuntaria, o, si el términoinvoluntario no es apropiado puesto que la erección no es sólo una cuestión de voluntad, una erección no buscada y no deseada (conscientemente).
A una de estas pacientes la conocí en el Hospital Psiquiátrico siendo yo docente de la cátedra de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Rosario; la siguiente, siendo asistente del servicio de Psiquiatría del Hospital de Clínicas de Barcelona, y la tercera estaba internada en un clínica a la que yo concurría.
Por supuesto que no estoy afirmando que estas mujeres tuvieran pene ni que yo lo alucinara. Me estoy refiriendo a que el valor narcisista del propio cuerpo, según la ecuación cuerpo igual a falo, hace que la mujer, que no tiene pene, sea más propensa a efectuar esta ecuación. La mujer está más inclinada a proyectar y transformar alucinatoriamente su cuerpo en un falo.
Si el cuerpo adquiere las características del falo, puede por tanto tener erección, pues el cuerpo es eréctil, o sea, tiene la facultad o propiedad de levantarse, enderezarse o ponerse rígido. La erectibilidad corporal padecida (deseada) por estas pacientes constituye un síntoma que, como todo síntoma, incluye la manifestación del deseo inconsciente (la posesión del falo) junto con la prohibición del mismo.
De la transacción entre el deseo y la prohibición, nace el síntoma. Este se caracteriza por una contractura muscular del trapecio, los dorso-lumbares e izquio-tibiales. Esta contractura, de la que también participan los músculos intervertebrales provoca la proyección del mentón hacia arriba y la extensión del esternón y el resto del cuerpo hacia adelante sin modificar el punto de apoyo. Dicho de otra manera, el cuerpo reproduce la forma de una banana o de un falo en erección. Este priapismo femenino tiene que ver, obviamente, con una representación corporal que aleja o exorciza el fantasma de la castración.
En “Generalidades sobre el ataque histérico”, Freud dice que: “La inversión antagónica de las inervaciones, proceso análogo a la tranformación de un elemento en su contrario, habitual en la elaboración de los sueños, produce también máxima deformación. Así, el sujeto representará en sus ataques el acto de abrazar extendiendo sus brazos convulsivamente hacia atrás, hasta anudar sus manos sobre la columna vertebral. El conocido “arco de círculo” del gran ataque histérico no es, probablemente sino tal negación por inervación antagónica de una posición apropiada al comercio sexual”
Creo que en ambos ejemplos se puede observar con gran claridad el proceso de la conversión del cuerpo en un falo erecto; el arco de círculo, con su forma de banana, coincidiría totalmente con mis descripciones de las pacientes que con tal transparencia representan el falo en erección dolorosa, síntoma que denomino priapismo. Se trata de priapismo exhibicionista: el narcisismo desmedido de la histérica que se muestra al mundo en erección.
En “El dolor de la histeria”, Nasio describe así este fenómeno de falización que denomino priapismo: “Acumulada hasta entonces en el nivel del falo fantasmático, la libido abandona su fuente central y va falizando progresivamente el cuerpo real; es decir que se expande por todas las partes del cuerpo, con una excepción puntual: la zona genital. Mientras que en lo inconciente el cuerpo se condensa reduciéndose a ser nada más que falo, ahora, en la realidad, todo el cuerpo real del histérico es invadido por el fenómeno de falización. El cuerpo real pasa de ser un cuerpo que sufre a ser un inmenso falo”.
“La zona genital pasa a ser entonces un lugar vaciado y desafectado, mientras que el cuerpo no genital se excita y se yergue cual falo potente, lugar de veneración narcisista, objeto de todas las seducciones, pero también sede de múltiples sufrimientos. El cuerpo no genital se convierte en ese falo que el histérico pasa a ser: él es falo. Está claro que para un histérico tener el falo es, en realidad, serlo. Pero, ¿qué falo es el histérico?. Precisamente, aquel que le faltaba a la madre, al Otro castrado en el fantasma de la castración. Comprendemos ahora de donde viene el sufrimiento vivido por el histérico. El sujeto sufre por haber pasado a constituir ese falo del que el Otro está castrado. Él es lo que el Otro no tiene; y esto duele..”
“A la manera de un sexo que se extenúa queriendo responder a las excitaciones pero que nunca se descarga, el histérico permanece en la anarquía libidinal: él es un cuerpo-falo que sufre de un narcisismo en demasía y de una nada de genitalidad. Vive su sexualidad en todas las partes de su cuerpo, menos donde tendría que vivirla”.
De estos casos que implican una fuerte dosis de sufrimiento, pasamos a aquel en que la manifestación del deseo es poco censurada. Es frecuente observarlo en esas mujeres que se deslizan con el mentón ligeramente proyectado hacia adelante y que nos miran “desde arriba” o “desde arriba y de costado”: ellas, jactanciosas poseedoras del falo.
Estos casos de priapismo femenino serían síntomas sustitutivos de la carencia. Pero existen otras reacciones femeninas ante la evidencia de la castración, cuya manifestación extrema la tenemos en el horror y el espanto ante la vista de los genitales masculinos. Horror y espanto porque es evidencia, porque es prueba irrefutable de la castración, de la falta de pene en la mujer. Así como Medusa aterroriza al hombre señalándole la posibilidad de la castración, Priapo espanta a las mujeres testimoniando la castración acontecida.
El miedo a la castración hace que los homosexuales masculinos huyan de las mujeres y se arrojen en brazos de hombres para rodearse de un mundo donde todos tienen pene, un mundo sin faltas. Este mismo temor lanza a las mujeres en brazos de otras mujeres para no soportar la evidencia de su castración.
Hace algunos años, tuve en Barcelona una joven y agradable paciente que había hecho esfuerzos por mantener relaciones sexuales con jóvenes, quienes le resultaban muy agradables como compañeros y despertaban su atracción. Cuando estaban en una habitación a solas y el muchacho se desnudaba, la visión de sus genitales le causaba tal ansiedad que huía. Realizó todas las pruebas posibles, hasta utilizar la oscuridad como aliada, pero cuando sentía que el pene tocaba su vagina reaparecía la ansiedad y su prisa por abandonar la habitación. Dado que sus aventuras sexuales tenían como acompañantes a personas con las cuales guardaba mutuo afecto, era bien tratada y tolerada. Llegó al extremo de hacer un intento embriagada, pero con los mismo resultados. Tiempo después de estos ensayos se enamoró de una joven con la que estabilizó sus relaciones afectivas y sexuales. Fué por ese entonces que decidió analizarse para tener sus cosas en claro.
Me referiré a otro caso, donde los genitales masculinos causan horror y/o rechazo. Todos conocemos la actividad de los exhibicionistas, que en su necesidad de reasegurarse acerca de la posesión de un pene, lo exponen a la mirada de las mujeres. ¿Qué es lo que persiguen con ésto?: la sorpresa, el susto, el rechazo, el terror de una acción que es sentida como agresión. Podemos seguir preguntando: ¿Por qué la vista de los genitales masculinos es sentida por las mujeres (pues son éstas y sólo éstas las víctimas de los exhibicionistas) como un ataque?. La respuesta es que el genital masculino remite a la castración femenina. Conocemos además que tienen preferencia por niñas o púberes en las cuales la castración no ha sido elaborada.
En “Generalidades sobre el ataque histérico”, Freud explica : “En definitiva, el ataque histérico, como la histeria en general, restablece en la mujer una parte de actividad sexual que ya hubo de existir en ella durante los años infantiles, dejando vislumbrar por entonces un carácter estrictamente masculino. Puede observarse con frecuencia que precisamente aquellas muchachas que hasta los años inmediatos a la pubertad mostraron naturaleza e inclinaciones algo masculinas comienzan a enfermar de histeria a partir de la pubertad. En toda una serie de casos, la neurosis histérica no corresponde sino a una intensidad excesiva de aquel típico impulso represivo que suprimiendo la sexualidad masculina, hace surgir la mujer.”
Al respecto Nasio nos dice: “Según la teoría freudiana, la mujer, en su hacerse mujer, debe atravesar la identificación con el objeto padre, es decir, con el falo. Para soportar la confirmación de una castración ya presente y hallar solución a la apetencia de poseer un pene, la chiquilla se identifica con el pene, o, digámoslo mejor, se identifica con el falo del padre. Como no tiene el objeto tan apetecido, entonces se convierte en este objeto: se hace a sí misma falo paterno.” “En su hacerse mujer, durante algunos años, la chiquilla atraviesa provisionalmente una fase masculina: se hace varón, de manera de ser el falo paterno. Esta fase dura en principio hasta la pubertad, edad en la cual la adolescencia ve brotar por fin su feminidad.”
He relatado tres casos de priapismo femenino que tuve oportunidad de observar personalmente durante el tiempo en que estas pacientes estuvieron internadas, incluyendo dentro de esta casuística al famoso “arco de círculo”, con la intención de que estas manifestaciones nos permitan acceder a la comprensión de padecimientos muy extendidos en la población y que no provocan el impacto emocional y estético de los primeros.
Me refiero al dolor de cuello, de espalda o de ambos, a los cuales considero síntomas de falización consistentes en la contractura sumamente dolorosa de los músculos que conforman el trapecio y dorsales, o sea que comprometen la parte superior del cuerpo. Estas dolencias tan frecuentes conducen a la consulta del trumatólogo o del neurólogo, y a toda clase de tratamientos obteniendo poco alivio de los mismos.
Trataremos de explicarlos desde una lectura psicoanalítica. Sabemos que el yo existe y opera desde el nacimiento, primero en forma muy rudimentaria. Su desarrollo depende del juego de proyecciones e introyecciones que lo irán constituyendo. El pecho será el primer objeto introyectado, el primer modelo de estructuración yoica que asegura un sentimiento de omnipotencia, puesto que la madre es para el niño alguien todopoderoso que puede satisfacer sus deseos. Así pues, genéticamente el yo se constituiría como sustituto de la madre y con la ilusión de la omnipotencia de ésta.
Luego, su paso por el complejo de Edipo tiene el efecto de la identificación con el padre, vivenciado como rival en el amor de la madre. La consecuencia de esta identificación es la introyección de la imagen paterna; el niño procurará ser el falo para su madre, único objeto de su deseo.
La culminación del Edipo implica aceptar la realidad: la diferencia de edad, de generación, tener un pene real y una potencia limitada. Es aceptar, interiorizada, la ley.
En su desarrollo ulterior concretará otra serie de identificaciones que lo irán enriqueciendo y afianzando el sentimiento de identidad que permite que el sujeto se sienta el mismo en la sucesión de cambios.
Puesto que el hombre es un ser sexuado, las experiencias corporales desde la más temprana infancia, conformarán su identidad sexual. A grandes rasgos, podemos decir que la primera experiencia de pérdida, después del vientre materno, es el pecho. El destete provoca una nueva pérdida de la madre que el niño tratará de recuperar a través de otra zona corporal y con otro objeto: el pene. En el varón adulto, el pene le posibilitará reconquistar el objeto perdido en la persona de sustitutos del primer objeto. De allí el valor concedido al órgano y el temor a que se dañe, pues constituye su potencialidad para relacionarse con el objeto de amor.
Para la niña lo mismo que para el niño, la relación con su madre es la primera y la más intensa; su desarrollo es parecido al del niño puesto que falta en los años de la infancia una diferenciación sexual tal y como aparece después de la pubertad. Así, la sexualidad de la niña tiene un absoluto carácter masculino, el clítoris se conduce en la infancia de la mujer como un verdadero pene y de sus precoces deseos sexuales el que más claramente se manifiesta es el de hacerle un niño a la madre.
El reconocimiento de la diferencia sexual anatómica fuerza a la niña pequeña a apartarse de la masculinidad. Reprocha a su madre haberla dotado de un genital deficiente, lo cual, sumado al descubrimiento de que la madre está castrada, le permite abandonarla como objeto amoroso.
La niña tenía como objeto de amor a la madre fálica; por ello, ante la evidencia de su castración, el deseo se orienta hacia el padre para conseguir de él lo que la madre le ha negado. Pero la situación femenina se constituye luego, cuando el deseo de tener un pene es relevado por el de tener un niño. La madre pasa a ser la rival que recibe del padre todo lo que la niña anhela de él.
Para establecer una identidad sexual genital hay que renunciar al sexo que no se tiene, elaborar el duelo por la incompletud y aceptar la complementariedad.
En la fase del espejo, Lacan nos muestra que el niño, que posee un cuerpo desmembrado en cuanto no constituye una unidad motriz funcional, anticipa gozosamente el acceso a una unicidad corporal. Su imagen corporal, su yo corporal se obtiene a través del otro o de su imagen reflejada en el espejo.
La imagen del propio cuerpo se adquiere, construye, organiza, y se modifica a partir de relaciones objetales. No es una estructura sino una estructuración de una imagen corpórea erogeneizada en primer lugar por la madre y luego por el padre, abuelos, tíos y todos los familiares y personas que circulan en el entorno del niño.
Esta estructuración está sometida a permanentes cambios. Los procesos que la constituyen se desarrollan tanto en el campo perceptual como en la arquitecturación del campo libidinal y emocional.
Nuestra imagen corporal no es siempre la misma. Se modificará tanto como lo posibilite la plasticidad de nuestra conducta para adaptarnos a las situaciones externas o internas que estemos vivenciando.
De acuerdo a características personales, mostraremos una tendencia a la cristalización de la imagen corporal o la disposición a los cambios siguiendo el juego de nuestras relaciones objetales. Es evidente que toda emoción se expresa a través del cuerpo y que toda actitud expresiva se halla vinculada con cambios en el modelo postural.
Si sentimos odio, el cuerpo se contrae, se torna más firme y los contornos que lo separan del mundo se hacen más nítidos. Si estamos tristes los miembros del cuerpo se tornan más pesados a raíz de la relajación de los músculos.
Nos hemos referido a un cuerpo sexuado y luego a la expresividad del mismo. Por tanto, la lectura de esta sexualidad podremos realizarla en la pantalla corporal. Así comprobaremos que en la hipocondría existe un desplazamiento de la misma a otras partes del cuerpo, ya sea en la superficie o en el interior del mismo.
Las enfermedades psicosomáticas expresan también los conflictos con la sexualidad. En este caso como en la hipocondría la mayoría de los autores coinciden en atribuírle sus manifestaciones a la sexualidad pregenital.
En la histeria de conversión, son la sexualidad genital y los conflictos edípicos, los que toman como pantalla proyectiva al cuerpo. Éste se constituirá en un escenario en el cual se desarrollará la trama dramática de la histeria que utilizará para ello su potencial simbólico.
Respecto a este potencial dice Schilder: “Toda protuberancia puede ocupar el lugar de otra. Tenemos, pues, ciertas posibilidades de transformación entre el falo, la nariz, las orejas, las manos, los pies, los dedos de la mano, los dedos del pié, los pezones y los pechos; cualquier parte redondeada puede representar a otra: cabeza, pechos, nalgas; toda cavidad puede reemplazar a otra: boca, oídos (en algunos aspectos también los ojos y las pupilas), los orificios de la nariz y el ano. Cada zona tiene líneas típicas de extensión. La zona anal se extiende hacia la espalda. La boca generalmente se extiende hacia planos interiores”. En otro lugar agrega: “Es como si el concepto general de orificio o protuberancia fuera básico para nuestra actitud frente al cuerpo y la imagen corporal”. “No hay ninguna experiencia psíquica que no se refleje en la motilidad y en las funciones vasomotrices del cuerpo.”
Si convertir significa transformar una cosa en otra, el histérico, que tiene un alto nivel de simbolización, pues ha llegado a un paso de la conquista de la genitalidad plena, sabe sacar partido de su esquema corporal para transformar pensamientos, ideas y fantasías en síntomas.
Los síntomas de conversión no son simples exteriorizaciones somáticas de afectos, sino representaciones muy específicas de pensamientos que pueden ser retraducidos del lenguaje somático en que se expresan al de las palabras. Son pasibles de análisis en todos sus detalles al igual que los sueños.
Sus mecanismos de deformación son: condensación, desplazamiento, representación por lo opuesto, exageración de detalles que representan al conjunto, inversión del curso de los hechos, identificación múltiple, simbolismo y selección en el sentido de la adecuación a la representación plástica.
El síntoma conversivo constituye el contenido manifiesto y nuestra interpretación debe traducirlo en palabras. La pantalla del sueño la constituye el propio cuerpo del paciente y especialmente la función que ha sido afectada por la conversión.
Para Liberman, los pensamientos en el área uno, o sea en la mente, se modifican, se combinan y se ejecutan, siendo así actos previos a la acción instrumental. El pensamiento normal tiene una partícula de acción. Se puede definir a la conversión como la exageración de esta partícula de acción.
Agreguemos a este concepto una cita de Schilder: “En la literatura psicoanalítica se encuentran frecuentes referencias al salto de lo psíquico a lo orgánico y al enigma de la conversión en relación con él. Este planteo, empero, es equívoco, pues pasa por alto el carácter orgánico general de la función psíquica. La conversión sólo es una intensificación de lo que sucede en todo “proceso psíquico.”
Según Fenichel: “Dos son los requisitos que preceden necesariamente a la conversión, uno de carácter físico y de índole psicológica el otro. El prerequisito físico está representado por la erogeneidad general del cuerpo humano, en virtud de la cual todo órgano y toda función tiene la posibilidad de expresar la excitación sexual. El prerequisito psicológico consiste en un previo abandono de la realidad por la fantasía, una sustitución de los objetos sexuales reales por fantasías representativas de objetos de la infancia. Este proceso es lo que se llama introversión.
“El histérico presenta, a causa de la introversión, el aspecto de una personalidad “dada vuelta hacia adentro”. Sus síntomas, en lugar de estar constituídos por actos dirigidos hacia el exterior (actividad aloplástica), no representan otra cosa que simples inervaciones internas (actividad autoplástica). En otras palabras, las fantasías de los histéricos, luego de haber sido reprimidas, encuentran su expresión plástica en alteraciones de las funciones fisiológicas. A esto se refería Ferenczi al hablar de “materialización histérica” de las fantasías. Esta materialización del histérico no es otra cosa que la exageración de algo que aparece también en la fantasía normal, y en realidad en toda forma de pensamiento”.
“Las histerias monosintomáticas confirman a menudo las concepciones de Ferenczi acerca de la materialización” y la “genitalización” histéricas. Los pensamientos reprimidos encuentran su expresión sustitutiva en un cambio material de las funciones fisiológicas, y el órgano afectado es utilizado inconscientemente como sustituto de los genitales. Esta “genitalización” puede consistir en cambios objetivos de los tejidos, como por ejemplo, la hiperemia o el edema como representación de una erección, o bien limitarse a sensaciones anormales que imitan las sensaciones genitales.”
Así tendremos que la perturbación funcional toma el carácter de manifestación conciente, mientras que el conflicto emocional se convierte en la fuerza inconciente impulsora de los síntomas de conversión.
El dolor de cintura, espalda,cuello o tronco en su conjunto, debido a contracturas de los músculos que mantienen el tronco eréctil, es fruto de una falización de una parte del cuerpo. La representación inconciente proyectada en la pantalla corporal es la de un falo en erección permanente, síntoma que denomino priapismo. Estos casos tendrían el mismo significado inconciente que aquellos tres que he descrito anteriormente, que contracturaban el cuerpo en su totalidad, así como también el famoso “arco de círculo”.
Otros autores tratan la falización del cuerpo, pero no se refieren específicamente al síntoma que pretendo analizar. Así, Francoise Doltó expresa que: “El desarrollo muscular del niño en esta época y la estenia de su columna vertebral le permiten la posición sentada, que se siente como fálica y autónoma con respecto a la región de la pelvis, más pasiva que el tronco y la cabeza. La dialéctica de la falización de la imagen corporal del sujeto prosigue y trae visiblemente, en el momento de su obtención, una exaltación emocional expansiva, sinónimo de identificación valorizante. Un día, su logro de la posición de pié va a signar definitivamente para él el dominio de la pasividad de relación con el otro, la madre o el piso (el suelo), que eran hasta entonces su destino cuando nadie lo llevaba alzado.”
En la histeria -dice Liberman- “las zonas erógenas adquieren un significado genital. Por ejemplo la boca puede funcionar como vagina. Todo el cuerpo puede estar significando en un momento dado un pene. Es decir que todo el esquema corpóreo o determinadas zonas del esquema corpóreo se genitalizan”.
Nasio expresa que: “El fenómeno de conversión se ha hecho comprensible: se trata de un fenómeno de falización del cuerpo no genital y, simultáneamente, de desafección del cuerpo genital. Así pues, el cuerpo del histérico sufre de ser un falo desmesurado y embarazoso en el que se abre, en el nivel de la región genital, un agujero.”
Es interesante destacar que la contractura cervical o cérvico-dorsal presenta radiológicamente una rectificación de la lordosis cervical que se denomina “envaramiento”. Es decir, se borra la curvatura natural de la columna cervical y ésta da la imagen radiológica de un tubo recto.
Además del dolor propio de la contractura y la consecuente “erección” de la masa fálica del tronco, aumenta la presión entre vértebras. Si esta presión se prolonga en el tiempo, produce un desgaste de la carilla de las mismas que se denomina artrosis.
En algunas personas este síntoma adquiere características dominantes. La preocupación, atención, cuidado y tratamiento del sector troncal falizado, o sea del falo, ocupa una parte importante de sus vidas. He podido constatar que la contractura puede ser de tal magnitud que la parte falizada tenga una consistencia metálica. Por ello denomino a este síntoma “falo de acero”.
Estos casos de priapismo transparentan el beneficio primario de la enfermedad: constituir o “ser” el falo eréctil omnipotente ante cuya visión, Medusa, reina de la noche, de la muerte y de la castración, es exorcizada.
En la dialéctica entre el deseo y la prohibición, esta última está representada por los intensos dolores que provoca la zona erogeneizada. En “Introducción al psicoanálisis” Freud explica que la histeria sustituye los órganos genitales por otros órganos que entonces se comportarían como si fuesen los genitales. Estos órganos además de su función natural desempeñarían también un papel sexual, erógeno, que a veces resulta dominante. Por lo tanto ellos serán objeto de una actividad masturbatoria focalizada; actividad que podemos consignar como beneficio secundario de la enfermedad.
La atención del síntoma por medio de masajes, la aplicación de calor, las friegas con determinados productos antiinflamatorios que provocan hiperemia constituyen francas actividades masturbatorias. La preocupación por el enfermo, la atención médica, la compasión, los deseos de ayuda, la disminución de exigencias por parte de sus allegados, forman parte también del conjunto de beneficios secundarios de sus padecimientos.
La visión de la cabeza de Medusa embarga de terror a quienes la contemplan que así quedan convertidos en piedra. Freud interpreta que quedar rígido significa la erección que reasegura la posesión del pene. En esta descripción el pene es simbolizado por la totalidad del cuerpo. La erección es la otra cara de la Medusa: Priapo, dios de la fecundidad de la tierra y de los rebaños.
Medusa y Priapo. Medusa es la castración y la muerte, las tinieblas, el horror, el dolor. Priapo la fecundidad, la sexualidad, la alegría y exaltación de la vida. La Medusa es una cara de la moneda, Priapo es la otra. La moneda es la vida humana que se desenvuelve en la lucha entre la vida y la muerte.


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